Opinión
Ver día anteriorDomingo 29 de junio de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El cambio del mundo
“E

l totalitarismo no confía ya en las fallidas ideologías fuertes, anota el gran pensador y utopista desencantado Claudio Magris, sino en las gelatinosas ideologías débiles”. De qué se tratan Donald Trump y sus epígonos es más que un enigma, pero su proclamado cambio del mundo se queda casi siempre en bravatas que generalmente se despliegan en irracionales decisiones comerciales. Y si no, véase la desleal guerra comercial desatada en contra de Canadá.

El vendaval verbal del presidente Trump se ha desplegado en ominosos bombardeos sobre Irán, mismos que casi de inmediato son calificados de fallidos por una u otra casa de ficción analítica. Y con todo, la tentación de volver a repasar las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia está presente.

Lo cierto, tangible y figurado o virtual es que vivimos una enorme transformación que emana de los pasmosos saltos en la ciencia y la tecnología y da forma a nuestros miedos e ilusiones. La inteligencia artificial no nos tocará, cantan no pocos, pero la elemental cuestión del empleo redundante no resulta superada, en particular en lo tocante a la generación y distribución del bienestar para todos.

Así las cosas, nadie se arredra cuando de proclamar el caos se trata. Con Trump y su retardatario evangelio mercantilista se nos ha puesto al borde del abismo y, lo que hasta hace poco solían verse como ganancias subdesarrolladas del audaz libre comercio, hoy tienen que verse como signos evanescentes de lo que no acaba de ser.

Volver a pensar e invitar a hacerlo sobre la idea del desarrollo no es ocioso, como ayer con brillantez y profundidad lo hicieron los pioneros del desarrollo, como los llamó el Banco Mundial, ahora tenemos que asumir que los cambios del mundo no están garantizados como progreso, menos como enfoques, ideas e instrumental inocuo.

La violencia, sin haberse ido del todo como lo proclamaban los vencedores de la guerra fría, ha sentado sus reales en vastos territorios del globo, dando lugar a temores y oportunismos que pretenden desplazar a lo poco que nos queda del credo pacifista y defensor de los derechos humanos que inspirara la construcción de la Organización de Naciones Unidas. Así se imponen el cinismo y la simulación como contexto maestro de la retórica internacional para, de inmediato, dar paso al más siniestro de los machismos, cuya vulgaridad se distingue del que imperó en los años terribles de la Segunda Guerra Mundial por el poco menor aditivo de que los varios contendientes portan armas… nucleares.

Ante este ominoso panorama, que se dibujó en la Guerra de los Doce Días, ¡háganme el favor!, se impone reflexionar, aunque parezca que lo hacemos en el vacío, y empezar por reconocer nuestros enormes vacíos, omisiones y abusos, en que incurrimos en los años fútiles de la euforia globalista. En este recuento podremos ubicar las razones y las condiciones que han hecho posible y natural el surgimiento y entronamiento de personajes como Trump, Milei, Meloni, Erdogan… entre cuyas causas hay una serie de desajustes no atendidos en las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales derivados de una híper globalización económica, como la ha llamado el profesor Rodrik, y una desregulación financiera que lejos quedaron de cumplir con sus promesas.

Como anotó Joseph Stiglitz en 2016, ante el avance de Trump y sus bases, el fenómeno señalaba “(que) las simplistas teorías neoliberales del fundamentalismo del mercado no rindieron los frutos prometidos. El crecimiento logrado, por debajo del prometido y socialmente necesario, se dio a costa de una mayor desigualdad (...)

“Una vez más, agregaba el Nobel, tenemos que rescribir las reglas de la economía (…) El cambio implica un riesgo. Sin embargo, el fenómeno Trump –y (…) fenómenos políticos similares en Europa– han puesto de manifiesto los riesgos muy superiores que conlleva no prestar atención a sociedades divididas, democracias socavadas y economías debilitadas”. (Joseph E. Stiglitz, ¿Por qué Trump?, El País, 22/10/16).

Las complejidades se suman y amenazan con multiplicarse, y han puesto contra las cuerdas la capacidad del mundo todo y de los estados nacionales para intervenir y corregir. Urge tomar nota de la gravedad del momento y abandonar esta naturalización del caos que no puede sino llevarnos a aquel abismo que los líderes aliados de la segunda posguerra se prometieron no repetir. Sabemos, ya lo sufrimos, que la reconstrucción institucional y mental de sociedades tan miopes como soberbias no será un camino recto. Pero por ahí tenemos que andar.