oches de gloria es el título de una película de 1938 protagonizada por Esperanza Iris, considerada la Reina de la opereta. En la cinta interpreta el aria Habanera de la ópera Carmen, que permite apreciar su gracia y magnífica voz que le dieron fama internacional.
Hace unos días tuvimos oportunidad de ver la cinta en el festejo que organizó Mireille Bartilotti, directora del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, por el 107 aniversario de la fundación del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, quien lo construyó y fue su hogar.
La diva nació en Villahermosa, Tabasco, en 1884 y la bautizaron como María de los Ángeles Estrella del Carmen. A los nueve años de edad hizo su debut en el famoso Teatro Arbeu, de inmediato la contrataron en una afamada compañía infantil. A los 15 años tuvo su primer papel protagónico en el Teatro Principal y cambió su nombre a Esperanza Iris.
Alguna vez comentamos que ahí comenzó una cadena de éxitos que la llevaron a interpretar obras de gran fama. Al inaugurarse el Teatro Ideal en 1913 se volvió la estrella principal.
Su éxito la llevó a conjuntar buenos ahorros que, junto con el apoyo de algunos admiradores, le permitieron comprar el Teatro Xicoténcatl. Con serios problemas estructurales tenía que ser demolido, en consecuencia lo adquirió a muy buen precio.
Contrató a dos famosos arquitectos: Ignacio Capetillo y Federico Mariscal. Le diseñaron un bello edificio afrancesado. La diva les pidió que le planificaran en el último piso un departamento, mismo que habitó muchos años, ya que su vida entera era el teatro. La fachada luce esbeltas pilastras y tres grandes portadas con arcos. Lo decoran esculturas clásicas y bustos de compositores.
Se inauguró bajo el nombre de Teatro Esperanza Iris en 1918, con la obra La duquesa de Bal Tabarin y la asistencia del presidente Venustiano Carranza. Fue el inicio de innumerables éxitos y la presentación de famosos artistas internacionales como la bailarina Ana Pavlova y el tenor italiano Enrico Caruso. Aquí se estrenó la primera opereta mexicana con ella como protagonista principal.
En la década de los 30, las grandes compañías y los recintos de lujo comenzaron a decaer. En 1934 se inauguró el Palacio de Bellas Artes, que se volvió el escenario más importante del país y al que llegaban los artistas extranjeros.
Surgieron nuevas formas de entretenimiento: la radio, el cine y la televisión. El gran público dejó de asistir a los grandes teatros y paulatinamente se quedaron vacíos.
En 1934 el recinto cambió su nombre a Cine-Teatro Esperanza Iris y a lo largo de 12 años funcionó como cine y ocasionalmente se presentaba algún concierto o espectáculo.
A su muerte en 1962, los sobrinos que lo heredaron lo vendieron al gobierno de la ciudad, que emprendió una vasta remodelación. Se reinauguró en 1976 con la Orquesta Sinfónica Nacional y con el nombre de Teatro de la Ciudad. Durante una década funcionó exitósamente hasta 1984 en que padeció un incendio y nuevamente se remodeló.
Doce años más tarde una parte de la fachada sufrió daños, por lo que en 1996 una vez mas se cerró. Se aprovechó para actualizar la parte técnica: iluminación, sonido y mobiliario. Por fortuna siempre se ha respetado la arquitectura original y la decoración.
En el foyer se colocaron varios retratos de la diva y un busto, todo lo cual hace sentir su presencia. Muy merecidamente, el 24 de octubre de 2008, el gobierno capitalino declaró que el recinto cambiaba su nombre a Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
El homenaje nos trajo a la mente la trágica vida personal que vivió, quien profesionalmente triunfó internacionalmente y fue querida y admirada.
En 2018 la talentosa periodista mexicana Silvia Cherem, tras una larga investigación, escribió el libro Esperanza Iris. La última reina de la opereta en México, que publicó Planeta.
Ahí conocemos los dramas que experimentó, entre otros la muerte de sus hijos, tres matrimonios fallidos, el último con Paco Sierra, un tenorcillo ambicioso que puso una bomba en un avión en donde mandó a pasajeros a quienes había asegurado, para cobrar el seguro de vida y que milagrosamente sobrevivieron. En su defensa –abogados y pagos en la cárcel para darle trato especial– Esperanza Iris perdió fortuna y prestigio, que ya nunca recuperó.
Siempre que vamos al bello teatro terminamos la velada en el bar La Ópera, cuya decoración decimonónica se le asemeja. Seguramente ella estuvo aquí con sus admiradores en más de una ocasión.