Tres asuntos graves por resolver
res asuntos sobre los que la sociedad estadunidense está confundida y dividida: la carestía, la política migratoria y la política exterior. El primero es la inflación y la forma en que Donald Trump ha procesado el problema. Al parecer, él y sus asesores económicos no han entendido que la aplicación indiscriminada y errática de su política arancelaria impacta la producción y la distribución de mercancías. Pensaron que en unos meses la carestía provocada por la forma arbitraria en que decretaron aranceles a un sinnúmero de productos de importación se equilibraría y los precios regresarían al nivel anterior. El costo de la vida continúa en aumento y según diversos especialistas no hay posibilidades reales de que baje a corto plazo.
El segundo es la alarma causada entre varios sectores de la sociedad por la forma en que se ha impuesto una política migratoria caracterizada por su barbarie y arbitrariedad. Stephen Miller, su arquitecto, y la secretaria de Seguridad Kristi Noem, brazo armado de la cruzada, se pavonean por el éxito de una política mediante la que han desatado sus instintos xenófobos pisoteando los derechos humanos de miles de personas documentadas, indocumentadas e incluso ciudadanos estadunidenses. Para colmo, en una controvertida decisión la Suprema Corte ha coartado la posibilidad de que los jueces, por sí mismos, suspendan las órdenes ejecutivas del presidente. En otras palabras, los decretos de Trump continuarán vigentes. Será necesario que algún particular u organización interponga un amparo en contra y se abra un proceso para que una corte lo apruebe o rechace. El más controvertido es el que revoca el derecho que da la constitución a quienes, por el hecho de haber nacido en Estados Unidos, son ciudadanos. Una mayoría de especialistas la considera una barbaridad, independientemente de que el decreto se aplique sólo a los hijos de padres indocumentados.
El tercero es la forma espectacular mediante la que Trump intentó destruir los sitios donde se supone que Irán se enriquecía de uranio para desarrollar armamento atómico. Para muchos escépticos, incluyendo algunos de su propio gobierno, no está claro si efectivamente se destruyó la capacidad de Irán para fabricar una bomba atómica. Aseguran que no hay forma de comprobarlo en tan poco tiempo. Los voceros gubernamentales insisten en que no fue un ataque contra Irán, sino a sus instalaciones atómicas. El eufemismo no resiste el menor análisis.
Son tres asuntos que pueden tener un serio impacto en las elecciones legislativas que vienen.