Desapariciones, tema complicado // Nuevos apoyos a familiares de víctimas // Recuento que surgió hace muchos años // Atentado en la CDMX
esolver un problema tan grande, tan profundo y tan intrincado como el de los desaparecidos en México es como meterse a una selva sin sol. No hay soluciones perfectas, pero hay trabajos arduos que logran acuerdos donde sólo existían controversias, contradicciones y acciones de fuerza. De eso estamos hablando.
La posibilidad de hallar, de cualquier forma a los desaparecidos, es un trabajo que muchas veces ha tocado los límites de lo imposible, pero que al fin empieza a tener una solución para las víctimas, aunque no sea la mejor.
En la Secretaría de Gobernación, durante los últimos meses Rosa Icela Rodríguez y un importante equipo de trabajo se han reunido con más de 450 colectivos y, según se nos asegura, en la ley que será discutida en el Legislativo se han incorporado las ideas de todos los que han sufrido el muy grave problema de la desaparición.
Y es que debemos tener en cuenta que no sólo están los desaparecidos, que podrían haber sido ultimados por manos criminales, sino también aquellos que no quieren aparecer porque han cambiado de vida, porque no quieren que se les halle. Lo que probadamente ha ocurrido.
El conflicto no es nuevo, pero sí más complicado. Aunque quienes no dejan de gritar que la mayor culpa del problema estuvo en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y con ello pretenden ocultar la nueva raíz de la situación, creada por el panismo y su presidente Felipe Calderón; no se puede ignorar que con los panistas se inició una guerra entre el narco y el gobierno que desemboca en muertes y desapariciones, muy diferentes a las que ocurrieron en el siglo pasado.
Durante la década de los setenta se crearon los grupos de búsqueda. Las desapariciones eran políticas y las hacía el gobierno, nadie más. Los antagonistas a las administraciones priístas en aquellos tiempos se perdían en días y años de cárceles clandestinas y torturas. ¿Qué? ¿Ya nadie se acuerda?
Ahora se trata de una guerra entre quienes al no encontrar formas de sobrevivencia dentro de la ley hallaron rutas de ilegalidad que los convirtieron en criminales poderosos. Son los que ya no quisieron cultivar el campo o los que no soportaron que su salarios –que hoy no son los más bajos de la región– no cubriera las necesidades de sus familias. Esos son los que desaparecen sin dejar rastro, los tiran en fosas clandestinas, los que un régimen neoliberal metió en su guerra.
Esto no quiere decir que al paso del tiempo se niegue que la fórmula para atacar el problema por parte del gobierno pasado haya sido un fracaso. Sí, la violencia se avivó bajo la cobija de la impunidad y eso también es cierto, pero no se debe olvidar al fuego y la gasolina.
Y así, con sus inferencias y dificultades, hoy los grupos de buscadoras y buscadores han hallado un acuerdo en el que recibirán por parte del gobierno un apoyo económico, también en salud y educación; habrá una gran base de datos que servirá para tener certeza en los hallazgos, entre otras formas de amainar el dolor que sufren miles de víctimas.
Pronto deberá discutirse en el Legislativo la iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre este doloroso pasaje de nuestra historia; ojalá diputados y senadores no la echen a perder.
De pasadita
El domingo por la noche se atentó contra un jefe policiaco en esta ciudad. Afortunadamente el oficial salió con vida. El policía estaba asignado en la alcaldía Cuauhtémoc, pero por lo que vemos pudo haber sucedido en cualquier calle de esta metrópoli. Algo nos está pasando, hay que pararlo pronto.