Opinión
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Retrato de Alberto Gironella
E

n 1973, durante el segundo Festival Cervantino, le hice los primeros retratos, y lo frecuenté desde entonces. En 1984 estaba preparando su exposición antológica para el Museo Rufino Tamayo. Y Alberto me dice: Rogelio, quiero que fotografíes el cuadro de un desnudo que le hice a Patricia Ortiz Monasterio, que era entonces la directora de la galería OMR. Yo le dije: Alberto, a mí no me emociona hacer fotos de cuadros. Y me dice: No, Rogelio, pero yo quiero que tú hagas la foto. Te tengo preparada una sorpresa. Vivía en la calle de Galeana, en San Ángel, una casa muy bella. En su estudio, lleno de óleos, estaba el que le hizo a Patricia, como de un metro por ochenta centímetros, y un colchón en el piso. Y le digo: “Oye, y para qué es ese colchón… ¿Voy a poder quitarlo para hacer la foto?” Me dice: “No, no. Va a venir Patricia y va a posar para ti desnuda junto al cuadro. También Ofelia Medina y Sanda Racotta –que era su mujer–, y yo, como un sol al centro”. Yo dije: Bueno, eso suena más interesante. De las vigas de su biblioteca colgaban como seis, ocho piernas de jamón serrano. Estaba todo listo para la sesión fotográfica. Como a las seis y media comenzamos a hacer las fotos, que fue un gran divertimento. Antes le hice un retrato en el quicio de una puerta. Él estaba impecable, con esa corporeidad, esa presencia. Yo –tenía 23 años– conocía la obra del fotógrafo estadunidense Arnold Newman, y sus retratos me encantaban, me siguen encantando. Y con ese referente logré hacerle un retrato a Alberto con mucho carácter, una mirada muy penetrante, espléndido… Y luego comenzamos ya con la botanita, el whisky, el tequilita, a hacer la fotografía del cuadro: ellas desnudas, jugueteando, como tres musas… Divertidísimo. Y cuando terminamos –eran como las ocho de la noche–, Alberto me dice: Rogelio, llévate una pierna de jamón. Es una para cada uno de ustedes. Entonces, a diferencia de otras veces que, cuando le llevaba fotos a alguien, mis hijos, Iván e Isa, me decían: Que te den dinerito para ir a comer taquitos, y que no te den dibujitos o cuadritos, ese día llegué con mi pierna de jamón.