Lo público se privatiza
a defensa de los espacios públicos pierde terreno en la Ciudad de México. Metro a metro calles, parques y espacios abiertos se entregan a grupos económicos o de poder. Desde la renta de la infraestructura de la ciudad, como teatros, comercios y estacionamientos, hasta las banquetas de calles concurridas son tomadas por particulares, con el fin de obtener una ganancia sobre algo que no les pertenece.
Aparentemente se trata de beneficiar a personas que buscan un medio de subsistencia a través del comercio informal o de la prestación de servicios básicos, pero quienes verdaderamente se aprovechan de esta situación son líderes y empresarios que controlan el espacio público.
Prácticamente todas las personas que realizan sus actividades productivas en calles, jardines y áreas que no son de su propiedad entregan parte de lo que ganan a organizaciones o líderes ligados a mafias o a servidores públicos.
Hay establecimientos en las calles que tienen una gran historia y funcionan bien, como boleros, vendedores de lotería o de periódicos; hay otros, como los mercados sobre ruedas, que son reconocidos, aunque pagan cuotas diarias cuyo destino se desconoce.
Pero la apropiación de los espacios públicos se convierte en un problema cuando oficinas, comercios registrados, plazas públicas y estaciones de transporte son acotados por personas que toman espacios sin control alguno de las autoridades, sino a través del reparto de dinero a policías y funcionarios o por medios violentos contra el vecindario y nadie tiene la fuerza ni el interés para recuperar esos espacios en beneficio de la ciudadanía. Antes, los informales respetaban al menos los cruces de calles y entradas a los establecimientos formales; ahora ni eso.
Hasta los limosneros tienen rutas y espacios controlados por mafias. Manuel Mandujano, conocedor del alma humana y las diferencias sociales, tiene un gran cuento, titulado San Juditas
, que relata la vida de gente pobre, fiel a San Judas Tadeo, que vive de la limosna recibida a cambio de ofrecer milagros de su santo.
La ciudad se ha privatizado en beneficio de quienes rentan las imágenes de santos. Lo público pierde presencia frente a intereses de grupos particulares.