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La impresión de los impresionistas
E

l majestuoso Palacio de Bellas Artes siempre tiene alguna buena exposición de arte, que se suma a la impresionante colección de 17 murales que decoran el segundo y tercer nivel del recinto, y la belleza de la propia construcción que se inició en 1904 en el estilo llamado art nouveau de moda en Europa.

Fue de las obras que mandó construir Porfirio Díaz para conmemorar el centenario de la Independencia y que mostrarían al mundo que México estaba a la altura de los países más avanzados. En ese marco se contrató al arquitecto italiano Adamo Boari para que diseñara un nuevo Teatro Nacional, que tuviera la categoría de la Ópera de París.

Se rodeó de escultores y diseñadores extranjeros para llevar a cabo la decoración del recinto y mandó hacer a Nueva York, a la prestigiada casa Tiffany, el impresionante telón de cristal, realizado con un millón de piezas de cristal opalescente.

Al concluir el exterior se inició el movimiento revolucionario por lo que Boari y los artistas extranjeros abandonaron el país. El edificio quedó inacabado durante 15 años, retomándose hasta la década de los 30 cuando se decidió transformarlo en Palacio de Bellas Artes y se contrató al arquitecto Federico Mariscal para concluirlo.

El proyecto de Boari se modificó bajo una nueva concepción nacionalista nacida de la Revolución. Se eligió el estilo art déco, cuyo geometrismo armonizaba con las formas del arte prehispánico, que inspiró parte de la ornamentación.

Asimismo, se decidió que todos los materiales fueran mexicanos, así, el interior del palacio luce una gama de mármoles: rojo, rosa, verde, negro y café, traídos entre otros lugares de Querétaro, Monterrey y Zacatecas.

Ahora, en el marco del 150 aniversario de la primera exposición impresionista de la historia que se celebró en 2024, ofrece la muestra La revolución impresionista: de Monet a Matisse del Museo de Arte de Dallas (DMA). Aborda la historia del impresionismo, el trascendente movimiento artístico que surgió en 1874 y cuya influencia alcanzó los primeros años del siglo XX.

Las extraordinarias colecciones del DMA permiten conocer los orígenes del grupo de artistas rebeldes independientes que crearon el arte moderno, que fueron conocidos como los impresionistas y hay que decir que impresiona.

Cambiaron las técnicas, los temas, la forma de exhibir sus obras y rompieron con la tradición, desarrollando así, el arte contemporáneo de vanguardia.

Aquí se pueden apreciar obras de algunas figuras centrales del movimiento, como Claude Monet, Edgar Degas y Berthe Morisot, que abrieron el camino a los artistas vanguardistas de generaciones posteriores, como Vincent van Gogh, Paul Gauguin, hasta Piet Mondrian y Henri Matisse.

La exposición se divide en cuatro núcleos temáticos que nos llevan a través de la transformación del impresionismo y su impacto en el arte moderno: Rebeldes con causa, Notas de campo, Efectos secundarios y Para siempre.

En cada sala se presentan obras relacionadas con el tema, como en la primera, que muestran pinturas que permiten apreciar la forma en que desafiaron el sistema oficial con sus pinceladas sueltas y colores vibrantes.

La segunda enseña las técnicas innovadoras que desarrollaron al pintar al aire libre y entre otras, expone piezas de Monet y Signac.

Efectos secundarios expone la influencia de la corriente impresionista con pinturas extraordinarias de Van Gogh y Paul Gauguin, que llevaron el color y la forma a nuevos niveles de expresión.

La última sala devela la importancia del legado impresionista que inspiró movimientos fundamentales, como el cubismo y el fovismo con su explosivo colorido, que señalan la continuidad de la innovación artística en el siglo XX.

Sin duda la cautivadora exposición invita a reflexionar alrededor de estos artistas rebeldes, que se consideraron unos renegados y el impacto trascendente que tuvieron en el arte del siglo pasado.

Un buen lugar para hacer esta reflexión es el Café del Palacio, con una vista muy grata de la arquitectura del recinto y a uno de los murales de Rufino Tamayo. Ofrece sabrosa comida mexicana; para el calor se apetece una ensalada; le recomiendo la de milpa, con pesto de quelites, berros, verdolagas, flor de calabaza, chayote encurtido y queso crema. Pruebe el tamal colado de cerdo, típico del sur del país. De plato fuerte el pipián es excelente o las enfrijoladas del palacio. Postre: tarta de chocolate con salsa de caramelo y sal.